Aquella tarde Alberto pensó que el calor iba a provocarle un desmayo. Era agosto, y como en casi toda España, las altas temperaturas no daban un respiro al personal.
Alberto trabajaba en un almacén de maderas, y el sol caía intensamente sobre la chapa de la nave donde él y sus compañeros se esforzaban en su trabajo.
Alberto salía con su novia Carmen desde hacía tres años, eran uña y carne, estaban siempre juntos si no estaban trabajando, y todo el mundo admiraba la bonita pareja que hacían.
Eran las fiestas de su pueblo y había ambiente festivo también en el almacén a pesar del calor, todos planeaban ir a tomar unas cervezas al acabar su jornada laboral, y eso les tenía alegres esa tarde. Alberto solo pensaba en ir a su casa y darse una ducha fría, Carmen trabajaba como auxiliar en una residencia de ancianos y doblaba turno, así que no salía hasta la mañana. No obstante, los compañeros le convencieron de que se tomara al menos “una” cervecita con ellos, que no fuera tan exagerado de no tomarse ni una estando en fiestas.
Alberto tomó una, y luego otra, y luego unas pocas más, el ambiente era estupendo, las terrazas de los bares estaban muy animadas y las calles engalanadas con flores, no había nadie que no disfrutara esa noche.
Había mucha gente foránea visitando el pueblo, muchos bailaban e invitaban a hacerse selfies mientras brindaban. Unas chicas de fuera se acercaron y se hicieron fotos con el grupo de amigos de Alberto, lo que no sabía Alberto es que las fotos se iban a subir a facebook e instagram y por casualidades de la vida fueron compartidas hasta llegar a Carmen, que al verlas en su móvil en facebook se quedó de piedra.
Ella que pensaba que su pareja andaba durmiendo en casa, estaba allí, en las fotos, con cara de bobo con cuatro copas de más y rodeado de unas chicas que no conocía de nada. El cabreo de Carmen fue “del quince”, se puso a llamarlo al móvil, que claro, él no oyó por el ruido del bullicio, lo llamó diez veces por lo menos, y nada.
Carmen empezó a imaginar de todo, ya creía que Alberto la había traicionado y se montó su película en las horas que le quedaban para acabar su turno.
Cuando Alberto vio las diez llamadas no sabía que pasaba, pero intuyó que le iba a caer una buena reprimenda. Eran las cinco de la mañana, caray, cómo había pasado tanto tiempo ¡! Si él pensaba solo quedarse hasta las diez o las once!! ¿Cómo se había dejado enrollar? No sabía si llamar a Carmen a esas horas y con la voz pastosa…. A buen seguro que le iba a caer la del pulpo.
A pesar de la melopea, acertó a llegar a casa, y en su tablet buscó “enviar flores”, él no había hecho nada malo pero su chica se merecía una disculpa por no haberla avisado de que estaría con los amigos.
Encargó el ramo de rosas más bonito que vio en la web de Telerosa, y se duchó, eso le despejó bastante, y por fín la llamó.
Le costó aclarar las cosas, Carmen estaba muy mosqueada con las fotos de esas desconocidas, pero él le aclaró que eran unas chicas que se acercaron sin más y de igual manera se fueron.
Serenó un poco a Carmen, pero seguía muy molesta. Alberto se acostó, al rato se levantó y preparó café para dos. Carmen llegó a casa con mala cara, por el trabajo y por el disgusto. Apenas si le hablaba.
Alberto se preocupó, vaya, que fastidio meter la pata y enfadar a su chica. Había tenido poco tacto, pero no le había faltado el respeto a Carmen.
Al rato llamaron a la puerta, Carmen se sobresaltó, lo último que quería ahora era ver a nadie, esperaba que fuera un error. Abrió la puerta con cara destemplada y …. apareció un mensajero con un regalo enorme, era un precioso ramo de rosas rojas, que por fín lograron arrancar una sonrisa de su bonita cara.
Por fin no había reproche en sus ojos, solo ternura y un poco de cansancio, y Alberto pudo respirar y abrazarla.