Como cada día, María desayunaba en la misma mesa junto a sus amigas Teresa, Leonor y Marina, las cuales intercambiaban chascarrillos y vivencias de sus vidas, siempre entre risas y bromas, ese era su talante, pues desde que se conocieron y sin haberlo premeditado, habían tomado tácitamente la decisión de mantener siempre un saludable sentido del humor, no tomarse la vida demasiado en serio, y dejar a un lado la parte oscura de sus propias existencias, este era el vínculo que les unía.
Estaban a la vuelta de la vida y tenían la sabiduría y experiencia necesarias como para saber cuáles eran sus preferencias en esta etapa que ahora comenzaba, y desde luego la preocupación o la tristeza no estaban dentro de sus agendas.
Leonor había perdido a su esposo hacía ya cuatro años a causa de un cáncer severo con el que estuvieron luchando durante otros cuatro largos años, llevaban 48 años casados, su muerte le marcó y le causó una profunda herida que le tuvo dos años hundida en una depresión, sumida en una gran tristeza y soledad. Sus dos hijos poco pudieron hacer. A pesar de su insistencia, Leonor no quiso trasladarse a vivir con ellos, como suele ocurrir con los padres, pensaba que sería una carga y un estorbo en sus vidas. Ella no quería eso y tomó la decisión.
Marina era soltera, de carácter fuerte y solitaria, nunca dedicó tiempo al sexo opuesto, su vida le llenaba y le procuraba todo lo que necesitaba, era una afamada modista de las de toda la vida, su destreza y su gran paciencia le habían hecho única en su oficio, sabía ganarse bien la vida y no precisaba nada ni a nadie. Pero un día, se cruzó en su vida un comerciante de telas de Milán que le hizo dudar en su postura. Él era un hombre de aspecto imponente, con una elegancia austera para ser italiano, educado y sobrio en sus formas, pero sobre todo, bastante testarudo como ella, fiel a sus convicciones y además…. también era soltero. Mantuvieron una relación durante los 3 meses al año que él visitaba Málaga durante al menos 6 años, al cabo de los cuales murió en un accidente de avión mientras viajaba a una feria en Viena. A los pocos años también Marina tomó la decisión.
Teresa es elegante y atrevida, estudió arte dramático y trabajó en teatros y auditorios por todo el territorio nacional, aunque no llegó a ser una diva, nunca le faltó trabajo y fue capaz de vivir de su oficio, cosa nada fácil en España. Tuvo de todo como actriz, rachas en las que intercalaba períodos de sequía laboral con otras algo más generosas, esto le marcó el carácter y le hizo valorar mucho el presente. Después de varios escarceos amorosos con colegas de profesión, conoció el amor de su vida en Jerez, un capataz de una bodega capaz de cambiarle la perspectiva y atraparla entre copas de Fino y animada conversación. Se casaron y tuvieron una hija. A los 28 años él se fue con una antigua novia que había enviudado y fue cuando Teresa tomó la decisión.
María es una mujer hecha a sí misma, luchadora y con la mirada al frente, sus ideas están claras, es lista por experiencia y muy cabal. Es una mujer de su casa como a ella le gusta definirse, nunca trabajó fuera y ha estado siempre entregada a la crianza y educación de sus dos hijas y su hijo. Su marido trabajaba duro como albañil en las obras que conseguía, y entregaba el dinero íntegro a María, quien con arte y salero administraba sacándole un rendimiento tal, que para sí hubieran querido Onassis y otros magnates haber conseguido el equivalente en sus inmensas fortunas.
Hoy María ha olvidado felicitar el cumpleaños de Juan, su marido. Pero Juan no le da importancia, sale a la calle a comprar el pan y aprovecha para traer algo de comida elaborada, no se le da muy bien cocinar, nunca tuvo tiempo de aprender y sabe que hoy será mejor así. Sin decir nada, llega a casa y le da un abrazo a María, él la ama por encima de todo, es su vida y no va a permitir que nada se interponga entre ellos, sabe que siempre estarán juntos, se tienen el uno al otro.
Juan empieza a perder peso y salud, tiene que administar a María mientras ella lucha contra el Alzheimer, sacando fuerzas de flaqueza, ambos se cuidan cuanto pueden, pero en pocos meses la vida de Juan termina cediendo. Sus hijas viven fuera y su hijo también, ella se va una temporada a vivir con ellos, pero al poco tiempo toman la decisión.
Las cuatro mujeres decidieron irse a una residencia, allí les cuidan y están pendientes de ellas, les administran los medicamentos contra sus achaques y se sienten acompañadas, aunque notan la lejanía de sus hijos y de la poca familia que aún les queda. Saben que la vida es así, lo ven con naturalidad, simplemente lo aceptan y son felices, cada día tienen un motivo para estar contentas, siempre lo encuentran.
Hoy María recibió un gran ramo de flores, es un día cualquiera pero sus hijos la tienen en mente, a ella las flores le hacen muy feliz durante los breves instantes que en su frágil memoria logran mantenerse los recuerdos de sus hijos, sus caras y los sentimientos tan fuertes que siente hacia ellos. Sus amigas le refuerzan el recuerdo entre bromas y risas, con ello consiguen alargar su momento de felicidad, que hoy es también el de ellas.
Esta es solo una historia cotidiana del día a día..