María caminaba por la calle aturdida y con una angustia que le asfixiaba. Sentía que el mundo se abría a sus pies. Las ideas corrían por su mente a toda velocidad, sin que pudiera centrarse, y pensar con coherencia en algo que pudiera ayudarla a recuperar la que había sido su vida hasta hacía pocas horas.

Decidió repasar mentalmente lo que había pasado en las últimas semanas para buscar una explicación y poder entender la cruda situación en que se encontraba.

María todavía no llegaba a los 40, trabajaba hacía años en una empresa de venta online, era feliz con su empleo, no había malos rollos y le gustaba su trabajo, lo hacía con mucho interés, jefes y compañeros le apreciaban.

Su vida personal era perfecta, se casó con Rafa, un buen hombre poco mayor que ella de quien se enamoró nada más verle en la peluquería a la que iba a retocarse el pelo dos  veces al mes.

Luego empezó a retocarse el pelo más a menudo, hasta que un día Rafa se percató del aumento de visitas de la clienta y esto le animó a dar un pasito que enseguida encontró respuesta de María.

Se sentía muy afortunada, era lo que había deseado siempre, pues era apuesto, simpático, cariñoso y muy inteligente.

Más tarde se fueron a vivir juntos y trabajaban duro para ir teniendo las cosas típicas que toda pareja anhela: su piso, muebles, coche y algún viajecito por vacaciones.

María y sus compañeros desayunaban juntos en los bares próximos al almacén donde trabajaba. Cada día descansaban y echaban unas risas, lo que hacía del grupo casi una cuadrilla de amigos.

Un día se incorporó un nuevo recepcionista a su empresa, era un chico más joven pero maduro y realmente atractivo, sensible pero varonil, jovial y divertido no pasó desapercibido para el personal femenino, e incluso en el masculino provocaba cierto recelo, pero pronto se unió al desayuno y fue uno más del grupo, se ganó la confianza de todos.

María tuvo que ayudarle a manejar los programas informáticos de la empresa y con todo el papeleo de albaranes, pedidos, etc.

La proximidad hizo que se sintiera muy a gusto con el nuevo compañero y se notaba complicidad entre los dos.

No quería pensar siquiera si lo que sentía era solo simpatía o había atracción pura y dura, quería pensar que solo era que congeniaban, pero lo cierto es que buscaba su compañía con cualquier excusa.

El chico hacía bien su trabajo, un día el jefe le comunicó que iban a hacerle un contrato indefinido, y todo fue alegría y felicitaciones. Cuando se quedaron solos él se abrazó a ella y le dio las gracias, su ayuda había sido decisiva. Sin saber cómo, el abrazo se convirtió en un beso apasionado… y ahí comenzó todo.

María continuó su relación con Rafa como siempre, pero ahora en su cabeza tenía otra persona que le perturbaba.

Se dejó ir por la situación, y aunque sentía miedo no supo parar a tiempo.

Un día Rafa descubrió un mensaje de móvil y la tormenta estalló. Hasta ese momento María estaba en un estado de semi-inconsciencia que no le permitía ver las posibles consecuencias de su comportamiento.

Una mañana olvidó el móvil, Rafa lo encontró sobre la mesilla del dormitorio, consultó los whatsapp que había recibido y todo se descubrió. Llamó a María y ella quiso morir. Solicitó permiso en el trabajo para ausentarse con la excusa de ir al médico y ahora trataba de encontrar solución a su problema vagando por las calles, sin rumbo.

Lo primero que pensó es que quería recuperar la que era su vida. No deseaba romper con todo, pero, ¿Cómo dar marcha atrás? ¿Cómo restañar una herida tan profunda? Si ella estuviera en la situación de Rafa ¿le perdonaría?

Se sentía una miserable persona, culpable, una idiota que no supo parar a tiempo y arriesgó su estupenda vida por la atracción del momento.

Se vio incapaz de afrontar una conversación tranquila y coherente con Rafa,  pero no podía quedarse apática, había que hacer algo y ya.

Fue al coche, quería actuar como fuera, absurdamente cogió su móvil y tecleó en Google “pedir perdón”, repasó de un vistazo páginas web y se le encendió la bombillita: “Flores” “Flores a domicilio para pedir perdón”. ¡!! Eso es ¡!!, nunca le mandó flores, ni lo había pensado, no es tan habitual enviar flores a un hombre, pero ese toque de originalidad al menos suavizaría las cosas. Hizo un pedido online y solicitó entrega inmediata. En su mensaje, que acompañó a las flores, pedía perdón de la forma más sincera y arrepentida de que fue capaz. Poco después recibió en su móvil el mensaje de Telerosa confirmando que las flores habían sido entregadas en mano a Rafa, eso le animó, pues no lo había rechazado.

Al rato, pudo pensar con más claridad, las rosas le habían abierto los ojos y se dio cuenta de que no todo estaba perdido, decidió aumentar su apuesta y enviarle un segundo ramo de rosas mucho más grande, para impactarle aún más y dejarle claro que iba a luchar por él, que le contaría con detalle su gran metedura de pata, para convencerle que él es el único hombre en su corazón. Le emplazó a explicárselo todo en casa cuando volviera del trabajo.

Faltaba poco para que el sol nos regalara sus últimos rayos de aquel fatídico día y ella esperaba en el sofá con la luz y la televisión apagadas, el móvil sobre la mesita y el corazón en un puño, Rafa debía aparecer en poco rato, era su hora de vuelta a casa, si no llegaba en breve, sería una mala señal.

Los minutos se le terciaban horas y su corazón aumentaba los latidos por minutos, la mirada fija en el abismo y un gran nudo en la garganta acompañaba las gotas de sudor frio que su piel emanaba. De repente despertó, se había oído la puerta del ascensor, tenso momento de espera hasta oír las llaves dando vueltas en la cerradura, María no quería mirar a la puerta, no sabía dónde mirar, pero no pudo evitarlo y con el rabillo del ojo vio…

Rosas-de-disculpas
Flores y rosas la llave de la puerta del perdón

Continuará en nuestro blog pero sólo si recibimos bastantes peticiones para publicar la segunda parte, solicítalas en los comentarios de este blog o en nuestro Facebook

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